Francisco Varo
En la Palestina del siglo I habĂan surgido algunos grupos entre la poblaciĂłn judĂa como consecuencia de las diversas sensibilidades acerca de las fuentes y los modos de vivir la religiĂłn de Israel.
En tiempos de JesĂșs, los mĂĄs apreciados por la mayorĂa del pueblo eran los fariseos. Su nombre, en hebreo perushim, significa «los segregados». Dedicaban su mayor atenciĂłn a las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual incluso fuera del templo. Las normas de pureza sacerdotal, establecidas para el culto, pasaron para ellos a marcar un ideal de vida en todas las acciones de la vida cotidiana, que quedaba asĂ ritualizada y sacralizada. Junto a la Ley escrita (Torah o Pentateuco), fueron recopilando una serie de tradiciones y modos de cumplir las prescripciones de la Ley, a las que se concedĂa cada vez un mayor aprecio hasta que llegaron a ser recibidas como Torah oral, atribuida tambiĂ©n a Dios. SegĂșn sus convicciones, esa Torah oral fue entregada junto con la Torah escrita a MoisĂ©s en el SinaĂ, y por tanto ambas tenĂan idĂ©ntica fuerza vinculante.
Para una parte de los fariseos la dimensiĂłn polĂtica desempeñaba una funciĂłn decisiva en su posicionamiento vital, y estaba ligada al empeño por la independencia nacional, pues ningĂșn poder ajeno podĂa imponerse sobre la soberanĂa del Señor en su pueblo. A Ă©stos se los conoce con el nombre de zelotes, que posiblemente se dieron a sĂ mismos, aludiendo a su celo por Dios y por el cumplimiento de la Ley. Aunque pensaban que la salvaciĂłn la concede Dios, estaban convencidos de que el Señor contaba con la colaboraciĂłn humana para traer esa salvaciĂłn. Esa colaboraciĂłn se movĂa primero en un ĂĄmbito puramente religioso, en el celo por el cumplimiento estricto de la Ley. MĂĄs tarde, a partir de la dĂ©cada de los cincuenta, consideraban que tambiĂ©n habĂa de manifestarse en el ĂĄmbito militar, por lo que no se podĂa rehusarse el uso de la violencia cuando Ă©sta fuera necesaria para vencer, ni habĂa que tener miedo a perder la vida en combate, pues era como un martirio para santificar el nombre del Señor.
Los saduceos, por su parte, eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristĂłcratas. De entre ellos habĂan salido desde el inicio de la ocupaciĂłn romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judĂos ante el poder imperial. HacĂan una interpretaciĂłn muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuĂsticas de los fariseos, y por tanto subestimando lo que aquellos consideraban Torah oral. A diferencia de los fariseos no creĂan en la pervivencia despuĂ©s de la muerte, ni compartĂan sus esperanzas escatolĂłgicas. No gozaban de la popularidad ni el afecto popular del que disfrutaban los fariseos, pero tenĂan poder religioso y polĂtico, por lo que eran muy influyentes.
Uno de los grupos mĂĄs estudiados en los Ășltimos años ha sido el de los esenios. Tenemos amplia informaciĂłn acerca de cĂłmo vivĂan y cuĂĄles eran sus creencias a travĂ©s de Flavio Josefo, y sobre todo de los documentos en papiro y pergamino encontrados en QumrĂĄn, donde parece que se instalaron algunos de ellos. Una caracterĂstica especĂfica de los esenios consistĂa en el rechazo del culto que se hacĂa en el templo de JerusalĂ©n, ya que era realizado por un sacerdocio que se habĂa envilecido desde la Ă©poca asmonea. En consecuencia, los esenios optaron por segregarse de esas prĂĄcticas comunes con la idea de conservar y restaurar la santidad del pueblo en un ĂĄmbito mĂĄs reducido, el de su propia comunidad. La retirada de muchos de ellos a zonas desĂ©rticas tiene como objeto excluir la contaminaciĂłn que podrĂa derivarse del contacto con otras personas. La renuncia a mantener relaciones econĂłmicas o a aceptar regalos no deriva de un ideal de pobreza, sino que es un modo de evitar contaminaciĂłn con el mundo exterior para salvaguardar la pureza ritual. Consumada su ruptura con el templo y el culto oficial, la comunidad esenia se entiende a sĂ misma como un templo inmaterial que reemplaza transitoriamente al templo de JerusalĂ©n mientras que en Ă©l se siga realizando un culto que consideran indigno.
BibliografĂa: Ătienne Nodet,Essai sur les origines du JudaĂŻsme: de JosuĂ© aux Pharisiens(Editions du Cerf, Paris 1992); Anthony J. Saldarini, Pharisees, scribes and Sadducees in Palestinian society: a sociological approach (William B. Eerdmans, Cambridge 2001); Francisco Varo, RabĂ JesĂșs de Nazaret (B.A.C., Madrid, 2005) 91-97.